Pasamos por debajo de una telaraña de cables del sistema público eléctrico. Mis pensamientos sufren distorsiones nítidas. Nidos de videocámaras apuntan hacia nosotros fijamente en un gélido estado de sospecha. Me gustan las tardes de inicio de año porque me parecen inacabables, doradas, conciencia pura en estado raw, una burbuja mental que me aísla de todo por un instante y en mi se yuxtaponen todas las tardes que he visto.